lunes, 19 de abril de 2010

HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ


La Asociación Cultural Fernando III se une en su agradecimiento a la Asociaciòn Cultural Ademàn para con todos los asistentes al acto "Miguel Hernández y los poetas sevillanos", por el éxito de la convocatoria.

A la brillantez del acto contribuyó el magnífico salón de la Fundación Valentín de Madariaga y la hospitalidad de su gerente, Luís García de Tejada. Y, por su puesto, las acertadas palabras de Romualdo Maestre y la sabiduría y chispa de Aquilino Duque, un placer escucharle anécdotas vividas por él mismo con los protagonistas citados.


El público, desde jóvenes estudiantes a personas de todas las edades, siguió atentamente el acto, pasando por risas y momentos no exentos de cierta emoción, al final hubo un cariñoso recuerdo para Abelardo Linares Muñoz, fallecido recientemente. Numerosos periodistas de diversos medios siguieron el acto y recogieron documentos gráficos del mismo.

A resaltar el espíritu de convivencia y cultura que se transmitió, poniendose de relieve las relaciones de personajes tan relevantes de nuestra reciente historia y su amistad y respeto a pesar de las divergencias políticas.

Vanguardia y literatura, cultura y convivencia, respeto y honorabilidad, valores que a veces se echan de menos en la España de hoy.







viernes, 16 de abril de 2010

"EL TRANCE" DEL DÍA CUARTO


Hay un toro que nunca es del todo malo: el quinto. Una copa que nunca hace daño: la tercera. Una hora en la que se canta la mejor seguiriya: las tres de la mañana… Hay también un día en que la feria está madura: el cuarto. Todo esto proviene de que las cosas hondas, profundamente viejas y paganas, necesitan, como el vino, la colaboración del tiempo. El éxtasis místico es fácil y suave, porque es don gratuito de Dios. Santa Teresa encontraba a Dios entre los pucheros de la cocina, y barriendo y zurciendo podía entrar en éxtasis. Pero “el trance” humano, el de la Pitonisa, ha de ser lento, provocado por el mareo de una continuidad, por el martilleo de una obsesión… Otros canten el detalle analítico y pintoresco de la Feria; la pincelada de color; el arabesco. Yo canto “el trance” ferial del día cuarto, cuando ya, a fuerza de giros o vueltas, la Bacante ha caído traspuesta; cuando los pitos, redobles y campanas, acompasados por la explosión periódica del cañoncito de medir la fuerza, se han fundido en un bloque de sonido, tan estridente e igual, que adquiere calidades de silencio. La voz del que invita a entrar en la barraca, tiene ya una veladura de polvo municipal; los caballos, mareados de girar incesantemente, sueñan un paraíso de jacas lustrosas y prados de alfalfa verde; los radiadores de los coches descorchan, recalentados ya sus botellas de champán; el cansancio adquiere hormigueo de actividad infinita y el insomnio calidades de aguda vigilia. Entonces, la copla perfecta. Entonces esa luz nunca vista en unos ojos negros y cándidos.


Todo ese tiempo, ese mareo de vueltas e insistencia, se ha necesitado para fundir la Feria: para vencer lo pintoresco desparramado, por lo hondo, duro y unido. La Feria está ya batida como una salsa difícil; a punto como una almíbar beata. Antes fue un disperso noviciado de detalles y colores. Se veía aquella caseta, aquella muchacha, aquel puestecillo, aquel coche de mulas. Luego será el cansancio y la inconsciencia. No se verá nada. En el centro: “el trance” del día cuarto: cuando la Feria es una mujer, y tiene una vida única, total, compacta, caliente. Hay una unidad y una armonía que repentinamente se nos dan en el alma. Hasta los sentidos parece que deponen sus fronteras y se hacen sus mutuas prestaciones. Se pasa, sin crepúsculo del olor del aceite al sonido del tambor y al tacto del aire de polvo y primavera y al deslumbramiento de las ochenta mil bombillas. No hay ya sentidos: sino una total sensación única, neutral, que coge todo el cuerpo en el abrazo felino y agotador de la Feria. Creíamos que la Feria era aquello tan colorista y animado que nos rodeaba estos días. Pero la Feria estaba debajo, desnuda, esperando. La hemos taladrado sus percales y sus guirnaldas, con un inmenso berbiquí de vueltas y revueltas, y la hemos hallado, en el fondo: sola, única, armoniosa.

“El trance” del día cuarto es solo para los pacientes: para los que esperaron, con valentía, la hora suma. Heroicos contra el sueño, tenaces frente a la copa, han recibido al fin, su galardón. La Feria les numera entre sus elegidos. Se hace inmensa para cada uno solo. Se desciñe sus trapos para darles su verdad antigua. Todo ese tiempo se necesitaba para trasmutar en unidad tanta variedad abigarrada, y hacer un diálogo íntimo del estruendo ruidoso. Entonces, el fiel, el devoto, el que llegó saltando trincheras de insomnio y desmayo, a la hora suprema, se siente solo, con una tristeza excitante, en la poblada baraúnda. Pero de pronto, su soledad advierte la presencia cierta. Y hay un diálogo leve.

-¿Eres, al fin, la Feria?

-Sí; aquí estoy; para ti solo.

-¿Volverás cada año?

-No tengo que “volver”. Estoy siempre en Sevilla. Estoy dormida, como un alma anciana. Me despiertan y acudo. ¿Volverás tú a llamarme cada año?

-Sí; volveré siempre.

Y el beso tiene sabor de tierra y de clavel.


José María Pemán

DEL APOYO DE MURUBE A HERNÁNDEZ


Las asociaciones culturales Ademán y Fernando III pudieron ayer celebrar, sin problemas, el acto «Miguel Hernández y los poetas sevillanos», después del desagradable recuerdo del pasado mes de octubre, cuando el Ayuntamiento vetó a estas mismas instituciones la organización de un homenaje a Agustín de Foxá por cuestiones ideológicas.

Bajo la vigilancia de algunas patrullas de la Policía Nacional, que en la parte exterior del edificio, la Fundación Valentín de Madariaga albergó este homenaje a Miguel Hernández en el que participaron el escritor Aquilino Duque y el jefe de la sección de Edición de ABC de Sevilla, Romualdo Maestre.

Tras una intervención inicial de Javier Compás, de la Asociación Cultural Ademán, tomó la palabra Maestre, quien hizo un certero retrato sobre la amistad que mantuvo el creador de «Nanas de la cebolla» con algunos poetas sevillanos que estaban en las antípodas de su pensamiento político -pertenecían a la Falange-, pero que, sin embargo, intentaron ayudarlo cuando el bando republicano perdió la Guerra Civil. En ese sentido, el periodista resaltó el papel desempeñado por Joaquín Romero Murube o Eduardo Llosent: «Miguel Hernández tuvo un enfrentamiento con Alberti porque no estaba de acuerdo en cómo se gastaba el dinero en la retaguardia, además Alberti quería ser el único poeta de la revolución. Ni éste ni Neruda lo incluyeron en la lista de la embajada de Chile, algo que le hubiera salvado». Por eso, Maestre quiso recordar el esfuerzo de intelectuales falangistas como Sánchez Mazas, Laín Entralgo, Romero Murube, Llosent o José María Cossío, entre otros, para salvar la vida del poeta.

Por su parte, el escritor Aquilino Duque, glosó la figura del autor de «El rayo que no cesa» a través de la lectura de varios de sus poemas, como la «Égloga a Garcilaso de la Vega». Durante su intervención, recordó el relato que le contó Romero Murube sobre cómo Miguel Hernández llegó a un Alcázar de Sevilla en donde Franco celebraba el triunfo al final de la guerra. También narró la forma en que diferentes intelectuales falangistas trataron de ayudarlo para que saliera de España, aunque el poeta fue hecho prisionero cuando quiso volver a Orihuela para ver a su esposa y conocer a su hijo.

ABC de Sevilla 16/04/2010


jueves, 15 de abril de 2010